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El triunfo del amor de Dios

“Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El Santuario de Dios estará con los hombres. Él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron’ ” (Apoc. 21:3, 4).




Podemos afrontar el futuro con el corazón lleno de esperanza. Aunque vengan tiempos difíciles, sea cual fuere el sufrimiento por el que tengamos que transitar, las dificultades que tengamos que soportar, las penas que experimentemos, si tenemos la esperanza de que vendrá un día mejor podemos vivir la vida hoy con sentido, propósito y alegría. Franklin D. Roosevelt fue presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945, uno de los períodos más difíciles de la historia del país. Sufría de parálisis debido a la poliomielitis y era incapaz de caminar sin ayuda. En cierta ocasión, escribió: “Siempre hemos mantenido la esperanza, la creencia, la convicción de que hay una vida mejor, un mundo mejor, más allá del horizonte”.


Según Apocalipsis 22:11 y 12 Daniel 12:1-2, ¿Qué acontecimientos ocurrirán justo antes de la Segunda Venida?




Al final del período de prueba de la humanidad, habrá un tiempo de angustia “cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”. Apocalipsis 16 describe las siete últimas plagas que se derramarán sobre el mundo impío. Pero, al igual que con las plagas que se abatieron sobre Egipto, el pueblo de Dios estará protegido de ellas. Ten en cuenta la promesa de Daniel: “En ese tiempo será librado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Dan. 12:1). Esto debe referirse al “libro de la vida” (ver Fil. 4:3; Apoc. 13:8; 20:12, 15; 22:19). Si hemos permanecido fieles a Jesús, nuestro nombre no será borrado del Libro de la Vida (Apoc. 3:5).


Lee 1 Juan 3:1 al 3; y Juan 8:29 y 14:30. ¿Cuál es la única preparación adecuada para el tiempo de angustia que se avecina?




En el tiempo de angustia, el pueblo de Dios tiene una relación personal con Jesús tan profunda que nada puede alterarla. Su mayor deseo es agradarlo en todas las cosas para que, mediante la obra del Espíritu Santo, sean tan puros como él. No había nada en el corazón de Cristo que respondiera a los engaños de Satanás. Nosotros también podemos reflejar este aspecto del carácter de Cristo.


Protección de Dios - Salmos 27:5


Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto.


¿Qué promesas reconfortantes nos da Dios para el tiempo de angustia? Leer Salmo 91:1-11




Hay algunos que han malinterpretado el concepto de vivir el tiempo de angustia sin un mediador. Jesús cesa su mediación en el Santuario celestial cuando todos han tomado su decisión final a favor o en contra de él. Pero esto no significa que estemos solos durante este tiempo, confiando en nuestras propias fuerzas. Jesús nos ha asegurado que estará siempre con nosotros (Mat. 28:20). La fe confía cuando no puede ver y cree incluso cuando el mundo que nos rodea se desmorona. Durante el tiempo de angustia, nuestra fe se fortalece y nuestro anhelo de eternidad aumenta, de modo que nuestro único deseo es vivir con Jesús para siempre.


¿Qué promesa de Jesús llena nuestro corazón de esperanza? Leer Juan 14:1-3




Las palabras de Jesús “no se turbe su corazón” son su garantía de que nunca nos abandonará y de que volverá para llevarnos a casa. Este mundo no es nuestro hogar. Está por llegar un día mejor. Uno de cada 25 versículos del Nuevo Testamento habla del regreso de nuestro Señor. Cuando los días son sombríos y las promulgaciones agobiantes de un poder político-religioso amenazan nuestra vida, la promesa de la venida de Cristo llena nuestro corazón de esperanza. Esta es la “bendita esperanza” que ha inspirado al pueblo fiel de Dios de todas las generaciones.


Los impíos comprenden las horribles consecuencias del pecado, mientras que los justos han aceptado las maravillosas provisiones de la gracia. La rebelión contra Dios conduce al temor, la culpa, la condenación y, finalmente, a la perdición eterna. Nuestra respuesta a la gracia salvífica de Dios nos conduce al perdón, la paz y el gozo eternos en su glorioso regreso.


¿Qué evento importante ocurre durante el Milenio según Apocalipsis 20:1-3?




Las imágenes de Apocalipsis 20:1 al 3 son simbólicas. Satanás no está literalmente atado con una cadena y encerrado en un pozo. Durante mil años, está confinado en esta Tierra desolada y despoblada, atado por las circunstancias que él mismo ha creado. En 2 Pedro 2:4, leemos que Satanás y sus ángeles fueron reservados para el castigo mediante “cadenas de oscuridad” (NVI). Satanás será confinado a la Tierra por una cadena de circunstancias, y no tendrá nadie a quien tentar. Durante mil años, verá la devastación, la destrucción y el desastre que su rebelión ha creado.


La palabra griega traducida como “infierno” (RVR) es la misma de la que proviene la palabra abismo. También es la misma palabra utilizada en la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, para describir la Tierra en la Creación. “La tierra estaba desierta y vacía, las tinieblas cubrían la superficie del abismo” (Gén. 1:2). La palabra “abismo”, aquí, es la palabra griega abyssos; esta describe una Tierra desolada. El “abismo” no es una caverna subterránea ni un foso enorme en algún lugar del universo. La obra satánica de pecado y destrucción, junto con el tremendo caos que precede a la Segunda Venida, han devuelto a la Tierra a una masa oscura y desorganizada, como era su condición al principio de la Creación.


Lee Apocalipsis 20:4 al 6. ¿Qué harán los justos durante los mil años y por qué es importante?




Durante el Milenio, los justos tendrán la oportunidad de observar de primera mano la justicia y el amor de Dios en la forma en que él resolvió el problema del pecado. ¿Quién no tiene preguntas que le gustaría hacer a Dios sobre muchas cosas? Ahora, durante el Milenio en el Cielo, los redimidos pueden plantearle esas preguntas. Si un ser querido o un amigo íntimo no está en el Cielo, los salvados tienen la oportunidad de comprender mejor las decisiones de Dios. De una manera nueva, con más fuerza que nunca, los redimidos captarán los poderosos intentos de Dios por salvar a cada persona que haya vivido alguna vez. Nuevamente reconocerán que todo el que está perdido se ha perdido el Cielo a causa de su propio rechazo personal de Cristo. Solo entonces Dios traerá el Juicio Final –la segunda muerte, que es la destrucción eterna– sobre los perdidos.


¿Cómo concluyen los mil años? ¿Cuál es el destino de Satanás y sus seguidores?


Apocalipsis 20:7-9 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.


Durante mil años, Satanás no ha tenido a nadie a quien tentar ni engañar. Él y sus ángeles han estado solos para reflexionar sobre las consecuencias mortales del pecado. Al final del Milenio, los impíos muertos resucitan para enfrentar el juicio y recibir su recompensa final (Apoc. 20:5).


¿Qué sucede con los impíos durante el Juicio Final? Apocalipsis 20:11-15




Al final del Milenio, no solo resucitarán todos los impíos, sino además la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, descenderá del Cielo a la Tierra (Apoc. 21:2). Los santos han estado viviendo y reinando con Cristo en la Nueva Jerusalén durante el Milenio. Ahora, al final de los mil años, la ciudad desciende a la Tierra junto con Dios, Jesús, los ángeles y todos los redimidos. Todos están presentes para la batalla final del Gran Conflicto. El pecado está a punto de ser erradicado de una vez por todas.


Para resolver el problema del pecado de modo que el mal nunca vuelva a surgir, todos deben estar convencidos de que Dios ha sido justo en todos sus caminos. En última instancia, toda rodilla se doblará y reconocerá la justicia de Dios en el Gran Conflicto (incluso Satanás y sus ángeles malos) y que nunca hubo justificación alguna para la rebelión contra Dios. Observa esta perspectiva de Elena de White: “Apenas se abren los libros de registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, estos se vuelven conscientes de todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies se apartaron del sendero de la pureza y la santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los llevaron en el camino de la violación de la Ley de Dios. Las tentaciones seductoras que fomentaron al ceder al pecado, las bendiciones pervertidas, su desprecio de los mensajeros de Dios, las advertencias rechazadas, las oleadas de misericordia repelidas por corazones obstinados y sin arrepentimiento, todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras de fuego. […]


“Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del Cielo. No hay nadie que defienda la causa de ellos; no tienen excusa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna” (Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 648, 649).


Para estudiar y meditar


“Allí las vastas planicies alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar. […]


“Allí intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. Allí no habrá enemigo cruel y engañador para tentar a que se olvide a Dios. Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas ambiciones; y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetivos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 655, 656). “Con indescriptible dicha, los hijos de la Tierra participan del gozo y la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros del conocimiento y el entendimiento adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión nítida, consideran la gloria de la Creación: soles y estrellas y sistemas que, en el orden a ellos asignado, circuyen el Trono de la Deidad. En todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, está escrito el nombre del Creador, y en todas ellas se despliegan las riquezas de su poder” (ibíd., pp. 656, 657). “El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta Creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (ibíd., p. 657).



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