“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Apocalipsis. 12:17).
Mediante el estudio intensivo de la Biblia, los adventistas llegaron a comprender el significado de la Ley en el Lugar Santísimo del Santuario celestial. Al analizar la esencia de la Ley de Dios, descubrieron también el significado del sábado, el cuarto Mandamiento. De hecho, este Mandamiento, más que ningún otro, identifica claramente a Dios como nuestro Creador, el fundamento de toda verdadera adoración; un tema que será especialmente relevante en los últimos días de la historia de la Tierra (ver Apoc. 14:6-12).
Desde el principio, el objetivo de Satanás ha sido frustrar la adoración a Dios y socavar la Ley divina. Sabe que ofender “en un solo punto” significa ser “culpable de todos” (Sant. 2:10); por eso, incita a la gente a transgredir la Ley de Dios. Satanás odia el sábado porque nos recuerda quién es nuestro Creador y cómo debemos adorarlo. Pero este día también está inscrito en la Ley de Dios. Como la Ley es lo que define el pecado, en la medida que la gente busque ser fiel a Dios su Ley debe continuar siendo válida, incluyendo el mandamiento del sábado.
El objetivo de esta lección es mostrar el vínculo entre el Santuario, la Ley de Dios, el sábado y la crisis que se avecina en torno a la marca de la bestia. También exploraremos la relevancia del sábado para la generación del tiempo del fin.
El santuario y la ley
Lee Apocalipsis 11:19; Éxodo 25:16; 31:18; y Apocalipsis 12:17. ¿Qué indican estos versículos que había en el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo del Santuario?
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Apocalipsis 11:19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo. Éxodo 25:16 Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Éxodo 31:18 Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.
El Día de la Expiación era un día de juicio. A todo Israel se le ordenaba participar de este acontecimiento mediante el arrepentimiento, el examen de conciencia y la abstención de todo trabajo (ver Lev. 23:29-31). Solo ese día el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo para hacer expiación por el pecado. Allí, en el compartimento más íntimo del Santuario, estaba el Arca del Pacto. Dentro del Arca estaba la ley de los Diez Mandamientos de Dios, escrita en tablas de piedra. La cubierta de oro del Arca se denominaba Propiciatorio, donde se rociaba la sangre para purificar el Santuario del pecado. La presencia de Dios se manifestaba en la gloria de la Shekiná sobre el Propiciatorio.
Al mirar hacia el Santuario celestial, el apóstol Juan vio “el templo de Dios […] abierto” y el “arca de su pacto” revelada (Apoc. 11:19, RVR).
Según los versos bíblicos leídos anteriormente ¿Dónde se encuentra la ley de Dios actualmente? Leer Apocalipsis 11:19, Éxodo 25:16; 31:18; y Apocalipsis 12:17
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Apocalipsis 11:19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo. Éxodo 25:16 Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. Éxodo 31:18 Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.
En el Lugar Santísimo, en el Santuario celestial, la Ley divina se encuentra sagradamente guardada; es la Ley que fue promulgada por Dios mismo entre los truenos del Sinaí y escrita con su propio dedo sobre las tablas de piedra. La Ley de Dios en el Santuario celestial es el gran original, del que los preceptos grabados en las tablas de piedra y registrados por Moisés en el Pentateuco eran una copia exacta. Los que llegaron a entender este punto importante fueron inducidos a ver el carácter sagrado e invariable de la Ley divina
La inmutabilidad de la ley de Dios
Lee Mateo 5:17 y 18 ¿Qué dijo Jesús sobre la ley?
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Mateo 5:17 y 18 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. 18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido
Los mandamientos de Dios ya quedaron atrás, la ley de Dios no es vigente - Leer Salmos 111:7-8
Verdadero
Falso
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Salmos 111:7-8 Las obras de sus manos son verdad y juicio;
Fieles son todos sus mandamientos,
Afirmados eternamente y para siempre,
Hechos en verdad y en rectitud.
Salmos 111:7-8 (Nueva Biblia Viva) Todo cuanto él hace es justo y bueno, y todas sus leyes son rectas, no cambian nunca, deben obedecerse fielmente.
Complete el siguiente verso: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y_______________________________________________________. Eclesiastés 12:13
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El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Eclesiastés 12:13
Complete el siguiente verso: El que aparta su oído para no oír la ley,
_____________________________________________ . Proverbios 28:9
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El que aparta su oído para no oír la ley,
Su oración también es abominable. Proverbios 28:9
Los adventistas del séptimo día siguen los pasos de los reformadores protestantes que defendieron la santidad de la Ley de Dios. Observa esta poderosa afirmación de John Wesley: “La ley ritual, o ceremonial, entregada por Moisés a los hijos de Israel, que contenía todos los mandatos y las ordenanzas relacionados con los antiguos sacrificios y el servicio del Templo, nuestro Señor verdaderamente vino a destruirla, disolverla y abolirla por completo. […] Pero la Ley Moral, contenida en los Diez Mandamientos e impuesta por los profetas, no la eliminó. No fue el designio de su venida revocar ninguna parte de ella. Esta es una ley que nunca puede ser quebrantada, que ‘permanece firme como fiel testigo en los Cielos’. […] Cada parte de esta Ley debe permanecer vigente, sobre toda la humanidad, y en todas las épocas; ya que no depende ni del tiempo ni del lugar, ni de ninguna otra circunstancia susceptible de cambio, sino de la naturaleza de Dios y de la naturaleza del hombre, y de su relación inmutable entre sí” (Upon Our Lord’s Sermon on the Mount, Discourse V, John Wesley’s Sermons: An Anthology [Nashville, TN: Abington Press, 1991], pp. 208, 209).
El sábado y la ley
Lee Apocalipsis 14:6 y 7; 4:11; Génesis 2:1 al 3; y Éxodo 20:8 al 11. ¿Cuál es la relación entre la Creación, el sábado y la Ley de Dios?
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Apocalipsis 14:6 y 7 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. Apocalipsis 4:11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. Éxodo 20:8-11 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Al concluir la semana de la Creación, Dios descansó en la belleza y la majestuosidad del mundo que había creado. También descansó como ejemplo para nosotros. El sábado es una pausa semanal para alabar a aquel que nos hizo. Cuando adoramos en sábado, abrimos nuestro corazón para recibir la bendición especial que él puso en ese día, no en cualquier otro día.
El sábado nos señala a un Creador que nos amó demasiado como para abandonarnos cuando nos desviamos de su propósito para nosotros. El sábado es un símbolo eterno de nuestro descanso en él. Es una señal especial de lealtad al Creador (Eze. 20:12, 20). Es un símbolo de descanso, no de obras; de gracia, no de legalismo; de seguridad, no de condenación; de dependencia de Dios para la salvación, no de nosotros mismos. El verdadero descanso sabático es el descanso de la gracia en los brazos amorosos de aquel que nos creó, de aquel que nos redimió, de aquel que volverá a buscarnos.
La marca de la bestia
Lee Apocalipsis 12:12 y 17; y 13:7. ¿Cómo revelan estos textos la ira de Satanás? ¿Por qué el diablo está tan enojado con el pueblo de Dios del tiempo del fin?
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Apocalipsis 12:12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Apocalipsis 12:17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Apocalipsis 13:7 se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.
El conflicto entre Cristo y Satanás comenzó en el Cielo con motivo de la adoración: “ ‘Subiré sobre las alturas de las nubes, seré semejante al Altísimo’ ” (Isa. 14:14). Satanás deseaba la adoración que pertenece exclusivamente al Creador. Según Apocalipsis 13, lo consigue mediante la actividad de la bestia que sube de la tierra (Apoc. 13:4).
La fe de Jesús
Dios tendrá un pueblo en el tiempo del fin que le será leal frente a la mayor oposición y la más feroz persecución en la historia del mundo. Mediante el don de la justicia de Cristo, llevará una vida llena de gracia y obediencia. La adoración al Creador está en abierta oposición a la adoración a la bestia y se expresa en el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Este conflicto final sobre la lealtad a Cristo o la lealtad al poder de la bestia se centra en la adoración, y en el centro de este gran conflicto entre el bien y el mal está el sábado.
Estos consagrados seguidores del Salvador no solo tendrán fe “en” Jesús, sino también tendrán la fe “de” Jesús. La fe de Jesús es una fe tan profunda, tan confiada, tan comprometida, que todos los demonios del infierno y todas las pruebas de la Tierra no pueden sacudirla. Es una fe que confía cuando no puede ver, que cree cuando no puede razonar por qué y que espera cuando no puede entender. Esta “fe de Jesús” es, en sí misma, un don que recibimos por la fe y nos ayudará a atravesar la crisis que se avecina. Cuando estalle la crisis final y nos enfrentemos a un boicot económico, a la persecución, a la prisión y a la propia muerte, la fe de Jesús nos ayudará a atravesar las últimas horas de la Tierra hasta que Jesús regrese.
Para estudiar y meditar
“Los cristianos de las generaciones pasadas observaron el domingo creyendo guardar así el día de descanso bíblico; y ahora hay verdaderos cristianos en todas las iglesias, sin exceptuar la Católica Romana, quienes honestamente creen que el domingo es el día de reposo divinamente instituido. Dios acepta su sinceridad de propósito y su integridad ante él. Pero, cuando la observancia del domingo sea impuesta por ley, y el mundo sea iluminado con respecto a la obligación del verdadero día de descanso, entonces el que transgrediere el Mandamiento de Dios para obedecer un precepto que no tiene mayor autoridad que la de Roma, honrará con ello al papado por encima de Dios. Rendirá homenaje a Roma y al poder que impone la institución establecida por Roma. Adorará a la bestia y su imagen. Cuando los hombres entonces rechacen la institución que Dios declaró ser el signo de su autoridad, y honren en su lugar lo que Roma escogió como signo de su supremacía, ellos aceptarán de hecho el signo de la sumisión a Roma: ‘la marca de la bestia’. Y, solo cuando la cuestión haya sido expuesta así a las claras ante la gente, y ellos hayan sido llamados a elegir entre los mandamientos de Dios y los mandamientos de los hombres, será cuando los que perseveren en la transgresión recibirán ‘la marca de la bestia’ ” (ibíd., p. 443).