Supongamos que eres un pastor que cuida de sus cabras en las laderas del Monte de los Olivos. Oyes voces. Inmediatamente reconoces la voz de Jesús. Te asombra lo que dice. A sus discípulos les resulta difícil comprenderlo. Mientras el sol poniente resplandece en la cúpula dorada del Templo y se refleja en las magníficas paredes de mármol, Jesús afirma: “Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mat. 24:2).
Los discípulos están confundidos; y tú, también. ¿Qué podrían significar estas palabras? ¿Qué relación tienen con el fin del mundo, por el que preguntaron los discípulos de Jesús? Absorto, escuchas cómo Jesús combina magistralmente la destrucción de Jerusalén con los sucesos previos a su regreso. Se describe la estrategia de Satanás para engañar y destruir al pueblo de Dios en el tiempo del fin. Las instrucciones de Jesús en Mateo 24 describen claramente los acontecimientos de los últimos días en el contexto de la caída de Jerusalén.
Un salvador con el corazón roto
¿Cuándo Jesús vino a su pueblo fue recibido y aceptado con mucho amor? Lee Juan 1:11
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Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron. Juan 1:11
¿Qué sucedió con todos aquellos que si recibieron a Jesús? Lee Juan 1:12
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Pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Juan 1:12
¿Qué sintió Jesús al ver el futuro de Jerusalén y por qué? Lee Lucas 19:41-44
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Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: ¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos. Te sobrevendrán días en que tus enemigos levantarán un muro, te rodearán y te encerrarán por todos lados. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán piedra sobre piedra, porque no reconociste el tiempo en que Dios vino a salvarte. Lucas 19:41-44
Es difícil entender un acontecimiento como la destrucción de Jerusalén a la luz del carácter amoroso de Dios. La historia revela que decenas de miles murieron cuando el general romano Tito atacó la ciudad. Jerusalén fue devastada. Hombres, mujeres y niños fueron masacrados. ¿Dónde estaba Dios cuando su pueblo sufría tanto? Durante siglos le tendió la mano a su pueblo. Por su rebelión contra la amorosa bondad de Dios, perdieron su protección divina. Dios no siempre interviene para limitar los resultados de las decisiones de su pueblo. Permite que se desarrollen las consecuencias naturales de la rebelión.
Cristianos salvaguardados providencialmente
¿Qué nos dice este versículo acerca del cuidado providencial de Dios? Lee Isaías 41:10
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No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
La gracia, la providencia y la presciencia de Dios se revelan claramente en los sucesos que llevaron a la destrucción de Jerusalén. El ejército romano de Cestio Galo rodeó la ciudad. Pero, cuando su ataque parecía inminente, inesperadamente se retiró. Los ejércitos judíos los persiguieron y obtuvieron una gran victoria.
¿Dios es nuestro refugio y fortaleza en momentos de angustia? Lee Salmos 46:1
Verdadero
Falso
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Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra segura ayuda en momentos de angustia. Salmos 46:1
¿Cuáles son algunos acontecimientos que le sucederán a los cristianos en los tiempos finales durante la persecución? Lee Apocalipsis 2:10
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No tengas miedo de lo que estás a punto de sufrir. El diablo meterá a algunos de ustedes en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán por diez días; pero si permaneces fiel, incluso cuando te enfrentes a la muerte, te daré la corona de la vida. Apocalipsis 2:10
Fieles en medio de la persecución
Durante los primeros siglos del cristianismo, la iglesia cristiana creció rápidamente, a pesar de los encarcelamientos, las torturas y las persecuciones. Los creyentes fieles, totalmente comprometidos con Cristo, llenos del Espíritu Santo, proclamaban su Palabra con poder; y decenas de miles de personas se convertían y su vida cambiaba.
¿Por qué creció tan rápido la iglesia del nuevo testamento? Lee Hechos 2:41
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Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Hechos 2:41
Los discípulos soportaron amenazas (Hech. 4:17), encarcelamientos (Hech. 5:17, 18), persecución (Hech. 8:1) y la muerte misma (Hech. 7:59; 12:2), pero con el poder del Espíritu Santo proclamaron valientemente al Cristo resucitado, y las iglesias se multiplicaron por toda Judea, Galilea y Samaria (Hech. 9:31).
¿Cuál era el tema central o principal en las predicaciones de los discípulos? Lee Hechos 5:42
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Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando este mensaje: «Jesús es el Mesías». Hechos 5:42
¿El Espíritu Santo estuvo presente en los lugares de reuniones y escuchaba las oraciones de las personas que invocaban la presencia de Dios? Lee Hechos 4:31
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Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Hechos 4:31
Asistencia a la comunidad
La iglesia cristiana primitiva crecía no solo porque sus miembros predicaban el evangelio, sino porque lo vivían. Los creyentes imitaban el ministerio de Cristo, que “recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia de la gente” (Mat. 4:23).
¿Qué actos de servicios hacían los discípulos de Jesús en la comunidad? Lee Hechos 2:46-47
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Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:46-47
¿Los discípulos de Jesús seguían haciendo el bien a los enfermos por medio de milagros de sanación? Lee Hechos 3:6-9
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Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Hechos 3:6-9
Estos creyentes del Nuevo Testamento siguieron el modelo de Cristo, a quien, como expresó Pedro, “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder, y [...] pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38). La iglesia de Cristo era su cuerpo en la Tierra, y también en estos primeros siglos expresó el amor abnegado de Cristo y su preocupación por la humanidad herida y quebrantada. Estos creyentes eran ejemplos vivos de la compasión de Cristo.
Un legado de amor
¿Como se reconoce al verdadero discípulo de Jesús? Lee Juan 13:35
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En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35
Una de las mayores revelaciones del amor de Dios se demostró cuando dos pandemias devastadoras asolaron los primeros siglos, en 160 d.C. y 265 d.C. Los cristianos dieron un paso al frente y atendieron a los enfermos y los moribundos. Estas plagas mataron a decenas de miles de personas y dejaron pueblos y ciudades enteras casi sin habitantes. El ministerio desinteresado, abnegado, atento y amoroso de los cristianos tuvo un enorme impacto sobre la población. Con el tiempo, miles, y finalmente cientos de miles, y luego millones del Imperio Romano se hicieron creyentes de Jesús durante estas dos epidemias.
¿Qué nos dice el siguiente texto bíblico acerca de la esencia del cristianismo auténtico? Lee 1 Juan :21
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Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. 1 Juan :21
El amor, el interés por los demás y la atención abnegada en favor de los enfermos y los moribundos generaron una admiración por estos creyentes y por el Cristo que representaban.
Para estudiar y meditar
Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante. El evangelio cundía más y más, y el número de sus adherentes iba en aumento.
Penetró en regiones inaccesibles incluso para las águilas de Roma. Un cristiano, al reconvenir a los jefes paganos que atizaban
la persecución, dijo: Ustedes pueden ‘matarnos, torturarnos, condenarnos [...] vuestra injusticia es la prueba de nuestra inocencia. [...] De nada les vale [...] vuestra crueldad’. Solo era una invitación más poderosa para traer a otros a su creencia. ‘Cuanto más somos abatidos, tanto más crecemos en número; que la sangre de los cristianos es semilla’ (Tertuliano, Apología, párr. 50)” (Elena
de White, El conflicto de los siglos, pp. 45, 46).