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Cómo leer Salmos

“Después les dijo: ‘Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes; que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos’. Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras” (Luc. 24:44, 45).




Lee 1 Crónicas 16:7; Nehemías 12:8; Salmos 18:1; 30:1; 92:1; 95:2; 105:2; Colosenses 3:16; y Santiago 5:13. ¿En qué ocasiones se escribieron algunos salmos? ¿Cuándo utilizó los salmos el pueblo de Dios?




En la Biblia hebrea, el título del Libro de los salmos, Tehilim (‘alabanzas’), refleja su propósito principal, es decir, la alabanza a Dios. El título en español, Salmos, procede del griego Psalmói, que se encuentra en la Septuaginta, una traducción al griego temprana (siglos II y III a.C.) de la Biblia hebrea.


Aunque nosotros, por supuesto, no adoramos a Dios en un santuario terrenal como el Templo, ¿Cómo podemos utilizar los salmos en nuestro culto, ya sea en forma individual o grupal? Leer Salmo 30:1




Conozcamos a los Salmistas


El rey David, cuyo nombre aparece en los títulos de la mayoría de los salmos, participó activamente en la organización de la liturgia del culto de Israel. Se lo llama “el dulce cantor de Israel” (2 Sam. 23:1). El Nuevo Testamento atestigua la autoría davídica de varios salmos (Mat. 22:43-45; Hech. 2:25-29, 34, 35; 4:25; Rom. 4:6-8). Muchos salmos fueron compuestos por los músicos del Templo, que también eran levitas: por ejemplo, Salmo 50 y Salmos 73 a 83, por Asaf; Salmo 42, Salmos 44 a 47, Salmo 49, Salmo 84, Salmo 85 y Salmo 88, por los hijos de Coré; Salmo 88, por Hemán el ezraíta; y Salmo 89, por Etán el ezraíta. Además de ellos, Salomón (Sal 72; 127) y Moisés (Sal. 90) fueron autores de algunos salmos.


Lee Salmos 25:1 al 5. ¿Qué revela este salmo sobre la experiencia del autor?




Los Salmos son clamores a Dios - Leer Salmos 88:2-3


Verdadero Verdadero

Falso Falso


Los Salmos expresan gratitud y fe en Dios - Leer Salmos 89:1


Verdadero Verdadero

Falso Falso


Algunos salmos mencionan las dificultades; otros se centran en las alegrías. Los salmistas clamaron a Dios para que los salvara, y experimentaron su inmerecido favor. Glorificaron a Dios por su fidelidad y amor, y le prometieron su incansable devoción. Los salmos son, pues, testimonios de la redención divina y signos de la gracia y la esperanza de Dios. Los salmos transmiten una promesa divina a todos los que abrazan, por la fe, los dones divinos del perdón y de una vida nueva. Pero, al mismo tiempo, no tratan de encubrir, ocultar ni restarles importancia a las dificultades y el sufrimiento que prevalecen en un mundo caído.


Un cántico para cada etapa


Lee Salmos 3; Salmos 33:1 al 3. ¿Qué diferentes facetas de la experiencia humana transmiten estos salmos?




La poesía de los salmos evidencia un poder singular para captar la atención de los lectores. Aunque algunos de estos recursos poéticos se pierden en la traducción, en nuestra lengua materna todavía podemos apreciar muchos de ellos.


Oraciones inspiradas


Lee 2 Samuel 23:1 y 2; y Romanos 8:26 y 27. ¿Qué nos enseñan estos textos sobre la oración?




Los salmos son oraciones y alabanzas inspiradas de Israel, por lo que en ellos la voz es la de Dios entremezclada con la de su pueblo. Los salmos asumen la dinámica de interacciones vívidas con Dios.


Aunque algunos salmos han surgido de acontecimientos históricos específicos y de las experiencias de los propios salmistas, así como de las experiencias de Israel como nación, la profundidad espiritual de Salmos aborda una variedad de situaciones de la vida y cruza todas las fronteras culturales, religiosas, étnicas y de género. En otras palabras, cuando leas los salmos, verás que expresan esperanza, alabanza, miedo, ira, tristeza y dolor, cosas que afronta la gente en todas partes, en todas las épocas, más allá de las circunstancias. Nos hablan a todos, en el lenguaje de nuestras propias experiencias.


El mundo de los Salmos


Lee Salmos 16:8. ¿Qué lugar ocupa Dios en la vida del salmista?




El mundo de Salmos se enfoca totalmente en Dios; trata de presentar delante de Dios, en oración y alabanza, todas las experiencias de la vida. Dios es el Creador soberano, el Rey y Juez de toda la Tierra. Él provee todas las cosas para sus hijos. Por lo tanto, debemos confiar en él en todo momento. Incluso los enemigos del pueblo de Dios preguntan: “ ‘¿Dónde está tu Dios?’ ” cuando el pueblo de Dios parece fracasar (Sal. 42:10). Así como el Señor es el Dios de su pueblo, omnipresente e infalible, así también el pueblo de Dios tiene a Dios siempre delante de sí. En definitiva, los salmos vislumbran el momento en que todos los pueblos y toda la creación adorarán a Dios (Sal. 47:1; 64:9).


¿En quien debe estar nuestra esperanza? Leer Salmo 62:8




La centralidad de Dios en la vida produce la centralidad de la adoración. El culto en el que existían los salmos era fundamentalmente distinto del culto como lo entienden muchos en la actualidad, porque el culto en la cultura bíblica era el centro natural e indiscutible de la vida de toda la comunidad. Por lo tanto, todo lo que sucedía en la vida del pueblo de Dios, tanto lo bueno como lo malo, se expresaba inevitablemente en el culto. Dios escucha al salmista, estuviera donde estuviera, y le responde en el momento perfecto (Sal. 3:4; 18:6; 20:6).


Para estudiar y meditar


El libro de Salmos consta de 150 salmos, agrupados en cinco libros: Libro I (Salmos 1-41), Libro II (Salmos 42-72), Libro III (Salmos 73-89), Libro IV (Salmos 90-106) y Libro V (Salmos 107-150). La división en cinco libros del salterio es una antigua tradición judía paralela a la división en cinco libros del Pentateuco.


La naturaleza divino-humana de Salmos es comparable a la unión de lo divino y lo humano en el Señor Jesús encarnado. “Pero la Biblia, con sus verdades de origen divino expresadas en el lenguaje de los hombres, muestra una unión de lo divino y lo humano. Tal unión existía en la naturaleza de Cristo, quien era Hijo de Dios e Hijo del hombre. Así, se puede decir de la Biblia lo que se dijo de Cristo: ‘Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros’ ” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 9).



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